El segundo
enfrentamiento entre dominicanos y haitianos, ocurrió en la ciudad de Santiago,
luego de ser proclamada la Independencia
Nacional el 27 de febrero de 1844, proclamada 28 días antes, que también salió airosa de otra gran ofensiva
militar emprendida por el ejército haitiano el 19 de marzo en Azua.Este
hecho histórico se conoce como la batalla 30 de marzo. Este hecho histórico fue
por el esfuerzo de muchos dominicanos que colaboraron para la realización de
este proceso de preparación que consistió en obtener dinero para la compra de
armas. Durante 22 años (1822-1844), nuestro pueblo estuvo bajo la hegemonía del
régimen militar haitiano, cuyas acciones llegaron al extremo de restringir el
uso de la lengua española y suplantar manifestaciones de la cultura autóctona
de la sociedad dominicana.
La larga ocupación
haitiana iniciaría el 9 de febrero de 1822 cuando el Dr. José Núñez de Cáceres
le entregara las llaves de la ciudad de Santo Domingo al presidente haitiano
Jean Pierre Boyer, quien asume la unificación del territorio de la isla
amparado en la Constitución haitiana: “Sobre este suelo de libertad ya no hay
esclavos y no formamos todos sino una sola familia, cuyos miembros están unidos
para siempre entre sí por una voluntad simultánea”.
No obstante esta
declaración, los pobladores de la parte este de la isla no renunciaron en
ningún momento a su identidad ni se acogieron a las costumbres de las fuerzas
ocupantes; al contrario, el sentimiento nacionalista siempre se impuso y ya se
desbordaba en los corazones el sentimiento del patriotismo de los dominicanos.
El presidente haitiano Charles Hérard RiviËre desde
el 30 de diciembre de 1843 hasta el 3 de mayo de 1844, lo dejó plasmado en un
informe en el que manifestara lo siguiente: “en Dajabón, he encontrado un
pueblo distinto, con otras costumbres, de otras inclinaciones; con un idioma
diferente, no parecen ser de los nuestros”. Estas ansias de libertad
germinarían muy pronto en el surgimiento de los movimientos independentistas
que tuvieron como momentos cumbres, la publicación del “Manifiesto de los
habitantes de la parte Este de la isla, antes Española o de Santo Domingo,
sobre las causas de su separación de la República Haitiana” del 16 de enero de
1844; y, posteriormente, la proclamación de la Independencia Nacional la noche
del 27 de febrero de 1844.
Desde esa fecha ocurrieron episodios bélicos y
campañas militares que ayudan a consolidar la independencia nacional. Estas
luchas se dieron, naturalmente, en contra de los haitianos, quienes trataban de
recuperar el terreno que habían perdido; pero también internamente, entre los
propios integrantes de la Junta Gubernativa, que aspiraban a anexar la
incipiente republica a una potencia extranjera.
Al mando de los generales José María Imbert y
Fernando Valerio, el ejército independentista, de reciente formación, pudo
vencer a las tropas de herencia napoleónica, comandada por el general Jean Lois
Pierrot, compelidas a retirarse de la hidalga plaza acosada por la artillería y
fusilería de los patriotas. Este enfrentamiento también recibió apoyo desde
Bani al mando del coronel Ramón Santana. Gente con o sin experiencia militar
llegaron a Santiago para ponerse a disposición de los generales y fueron útiles
en la excavación de fosos para impedir el avance de las tropas haitianas o en
la manipulación de machetes para enfrentar cuerpo a cuerpo al invasor.
El arrojo y coraje de las
tropas dominicanas las relata el mismo General Imbert en un informe rendido a
los miembros de la Junta Central Gubernativa el 5 de abril posterior a la
contienda, citamos: “Se había formado el enemigo sobre dos columnas de cerca de
dos mil hombres cada una. La primera se dirigió rápidamente en buen orden a las
armas precedido de un cuerpo de caballería hacia nuestra izquierda que era
nuestro punto de defensa más débil. [...] seguidamente los nuestros vinieron a
las manos con el enemigo... el enemigo se atemorizó y retrocedió, quedando
algunos de ellos muertos por nuestras lanzas y machetes. Volvieron, sin embargo, con mucha intrepidez, principió
el fuego de nuestras piezas y la mortandad del enemigo los hizo detener un
instante en su marcha: su caballería fugó y no apareció más en toda la acción;
pero, poco después, recobrando ánimo el enemigo, volvió de nuevo al ataque a
paso de carga y en columna cerrada. Con el mismo vigor fue recibido por los
nuestros y nuestra artillería le mató tanta gente, que renunció a nuevos
esfuerzos de ese lado y se retiró para juntarse con la otra columna. [...]. Por
última vez, se presentó en columna cerrada y nuestra artillería dejándose
avanzar de frente, la pieza de la derecha tiró con metralla sobre esta masa e
hizo al centro un claro espantoso, la pieza de izquierda ejecutó lo mismo y
ocasionó al enemigo igual destrucción, de modo que la cabeza de la columna
hasta su centro fue reducida como a veinte hombres, que nuestros soldados de la
batería de derecha acabaron a tiro fusil.”
Por último, es de justicia
reconocer la participación de la mujer dominicana en innumerables actos de
heroísmo, entrega sin límites y apoyo incondicional en la lucha por la
independencia nacional.
Juana de la Merced Trinidad
(Juana Saltitopa), tambien llamada La Coronela, nacida en Jamo, La Vega, con mucha valentía, carácter y patriotismo
exacerbado, arriesgó varias veces su vida, alentando a los solados cuando se
amilanaban, estimulándoles con fervor a seguir incansablemente la lucha que
representaba ganar la batalla del 30 de marzo.
El historiador higüeyano
Vetilio Alfau Durán al comentar el arrojo de Juana Saltitopa, indica que: “Esta
heroica mujer, que disparó balas y derramó perfumes en la batalla del 30 de
Marzo de 1844, en medio de cuyo fragor su sonrisa brilló con la gracia divina
de un ensueño, emulaba a los más valientes, enardeciendo las fibras del
patriotismo y también con menosprecio de la vida, bajo lluvias de balas bajaba
al río Yaque, en busca de agua para refrescar los cañones”.
Reconozcamos y perpetuemos el
arrojo y valentía de “las luchas y sacrificios de nuestros héroes y heroínas
inmortales”, tal como lo consagra el Preámbulo de la Constitución dominicana
Las presentes y futuras
generaciones han de heredar, no sólo el ente jurídico que se identifica como
República Dominicana, sino el irrenunciable compromiso de defender hasta con la
vida si fuere necesario el sagrado principio de soberanía nacional.
Al conmemorarse hoy el 170 aniversario
de la Batalla del 30 de Marzo, una patria agradecida recuerda y saluda con
respeto y orgullo a los hombres y mujeres que enfrentaron y derrotaron al
ejército invasor en la gloriosa plaza de Santiago.
Fuentes: Listin Diario.
El Nacional.